Qué
puede importar cuando no suenan las miradas.
Qué puede caer a tu puerta cuando las alas se
hacen hielo.
Buscamos en el fondo a ver si hay una pizca de
saboren quien ya no se abre al cobijo,
en quien no te lo da.
Como ya se escribió infinitas veces, son otros
tiempos, son al ombligo y no a los ojos.
Afortunadamente, los adoquines esperan estos
pasos,
se hacen al andar de los misterios,
saben esquivar los falsos dulces,
saben cómo huir de la ciudad.
Esta madrugada tiene un frío que se apodera de
la piel,
atraviesa lo que puede sonreír,
aniquila lo que puede distraer,
anestesia las sombras, disuelve los sueños.
Se apaga el cuento del verso sin final, se cierran los intentos, se duermen los
relojes, se acalla el bip del maldito celular.
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